Liberar a la bestia

En estos días he estado releyendo el libro Zen en el arte de escribir, de Ray Bradbury, un poco porque tenía ganas de revisitarlo, otro poco en búsqueda de recomendaciones para impulsar tu creatividad escritora. Este libro de Bradbury está compuesto por un conjunto de ensayos escritos durante su carrera donde da cuenta de sus procesos creativos, pero donde también incluye recomendaciones para quienes empiezan en el oficio de escribir.

Releyéndolo me encontré con este fragmento:

Busque un personaje como usted que quiera algo con toda el alma. Dele instrucciones de carrera. Suelte el disparo. Luego sígalo tan rápido como pueda. Llevado por su gran amor o su odio, el personaje lo precipitará hasta el final de la historia. La garra y el entusiasmo de esa necesidad —y tanto en el amor como en el odio hay garra—, encenderán el paisaje y elevarán diez grados la temperatura de su máquina de escribir.

Algo que no es novedad, este libro de Bradbury ha sido citado muchas veces. Sin embargo, al releer el fragmento anterior pensé en compartirlo como una propuesta para activar la creatividad —tú creatividad—, ya que representa un ejercicio perfecto que te recomiendo hacer como disparador de escritura o si buscas inspiración para arrancar algo nuevo. Lo considero especialmente bueno si lo que buscas es escribir un cuento. ¿Por qué? Sencillo: partir de un personaje, de lo que ama u odia, es un inicio muy rico para un cuento. El personaje será quien marcará el ritmo y abrirá la puerta al potencial conflicto de la historia —que no necesariamente tienes que tener en cuenta desde el arranque, pero que deberás redondear a medida que avanzas en el desarrollo, si es que la temática que surja te convoca—.

Por otra parte, la sugerencia de pensar en un personaje como nosotros —qué amamos u odiamos— nos propone una búsqueda interna. Sabemos la respuesta y podemos usarnos para experimentar. También podríamos ir por el lado de alguien totalmente opuesto. Por ejemplo, a mí me fascinan los gatos, entonces, podría decidir explorar una historia con un personaje que los odie o les tenga fobia. No estoy proponiendo nada nuevo, quienes escribimos solemos usarnos como ratones de laboratorio y nuestras historias pueden estar impregnadas no sólo de emociones propias sino también de experiencias reales. Algo que no necesariamente involucra lo autobiográfico o autorreferencial sino que representa un mero recurso ficcional. La cuestión es sentarse, comenzar a escribir y tirar de ese piolín para ver qué sale.

Ahora bien, no es indispensable que pienses el ejercicio como un disparador para escribir un cuento. También puedes usarlo como disparador para escribir un poema o para construir una escena. En definitiva, úsalo como una fuente de inspiración para desperezarte y practicar. Si te sale algo que te guste, genial, sigue por ahí. Si no te sale nada que te guste o convoque para continuar explorando, no es nada malo, habrá sido una sesión de práctica que quedará en tu cuaderno de notas o en tu computadora. Lo importante es que escribas para entrenar el músculo creativo y dar un paso más en la búsqueda —o pulido— de tu voz narrativa.

Para facilitarte la práctica, mi recomendación es que sigas el consejo de Bradbury: piensa en lo que más quieres, lo qué amas u odias. Luego, regálate diez minutos para escribir de corrido sobre un personaje que ame u odie exactamente lo mismo que tú (o todo lo contrario, tú decides). No te preocupes por redondear la idea en esos diez minutos. Tampoco te detengas a pensar en gramática, ortografía o congruencia. Date el permiso de escribir sin pensar. Escribir por el placer de hacerlo. Sin ataduras. Libera a tu bestia interna, déjala regodearse como mejor le plazca. Es su momento.

Como un modo de darte un empujoncito para que le des espacio a este ejercicio y que veas qué puede pasar, me regalé diez minutos de práctica y escribí un pequeño texto que te comparto, a modo de ejemplo, a continuación:

Un gato en el pasto

No descubrió al gato de inmediato. Le tomó un rato antes de verlo echado bajo el banco como una esfinge. Nunca le han gustado los gatos. Sus ojos afilados, su caminar esquivo, su arrogancia le generan desconfianza. Tampoco le gustan los perros. El olor le repugna. Ahora que lo piensa, quizás tenga un trauma infantil no resuelto porque, en general, no es amante de ningún animal. No le haría daño a ninguno, pero tampoco quiere tenerlos cerca.

El gato se mueve. Lo ve alargarse, estirar una pata, luego la otra, con una lentitud que la exaspera. En su casa nunca hubo mascotas. Sus padres no tenían tiempo y ella, de chica, no tenía interés de ocuparse de ningún ser vivo. Ahora, de adulta, ni siquiera tiene plantas. La única que tuvo fue un regalo de una amiga, o quizás no lo fuera porque alguien que realmente la conozca sabría que no es capaz de ocuparse de nada más aparte de ella misma. Aquella planta —un palo de agua, recuerda—, terminó marchita en una esquina. Un palo reseco que tiró a la basura sin mucha contemplación.

El gato sale de debajo del banco. La mira. Es blanco, de pelo corto. Tiene los ojos celestes. Se le acerca a los pies. Se refriega contra ellos.

De golpe siente el rumor del ronroneo. Una vibración alta y fuerte que escucha incluso desde su altura.

Estira la mano. Le toca el lomo. El gato le lame un dedo. Su lengua es áspera y eso le gusta, tal vez porque le recuerda su propia aspereza.

—¿No tienes dueño? —pregunta al aire. Sabe que el gato no contestará. La mente de un gato es bidimensional. No piensa, sólo actúa. Puro instinto. Eso, se da cuenta, también le gusta.

Como verás, no está terminado —en diez minutos lo que surgió fue una especie de inicio de algo, cosa que también te puede pasar y será fantástico—, pero me convocó y tal vez lo continúe. Eso es lo interesante de esta práctica: explorar a ver que sale. Cuando estés en blanco y no tengas idea de por dónde arrancar a escribir, mi recomendación es que hagas este ejercicio y veas qué surge, tal vez te sorprendas. Recuerda: si no surge nada que consideres interesante, tampoco pasa nada, tómatelo como un ejercicio de estiramiento. Tu inconsciente trabajará a partir de ahí y poco a poco se desperezará como un gato antes de dar un salto.

Si haces el ejercicio, cuéntame en los comentarios cómo te fue: ¿te gustó la experiencia? ¿Te resultó útil como práctica? ¿Continuarías explorando ese texto? ¿Por qué? Y, si te animas, también puedes incluir el texto que creaste. Me encantará leerte.


Material adicional

He preparado un material adicional con recomendaciones basadas en la relectura de Zen en el arte de escribir, además de un ejercicio que espero colabore en potenciar tu creatividad. Si formas parte de la comunidad de este espacio —si te suscribirte para recibir novedades, te has descargado mi Tutorial Online Diez claves para corregir tus textos, participas o has participado en mis Tutorías de Obra “Mientras Escribes” o te has suscripto a mi boletín mensual—, te haré llegar esta información por correo electrónico y/o podrás acceder directamente al material que está disponible, como un post exclusivo, bajo el título «Recomendaciones para liberar a tu bestia» para quienes apoyan el trabajo que realizo desde mi página de la plataforma Buy me a coffee. Espero que te sea útil para seguir potenciando tu creatividad. Si es así, comparte tu recomendación en redes sociales con el hashtag #LiberarAlaBestia y etiquétame, así me entero y me hago eco de tus avances.


🌼

Publicado por Maumy G.

Escritora e ilustradora. Candela de verano, según mi padre. Lo demás depende del contexto.

2 comentarios sobre “Liberar a la bestia

  1. Estoy iniciándome en este mundo de la escritura. Toda recomendación e información que puedan darme, será de gran utilidad… Gracias por su desprendimiento al compartir sus experiencias cómo escritora con nosotros, los noveles.

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